Soy Lola Fernández de la Torre
Te comparto toda una vida dedicada a la enseñanza e investigación.
Hablo de integración de la IA, de prevención y gestión de conflictos, y sobre cómo lograr mayor armonía y productividad.
¿Alguna vez te has sorprendido a ti mismo hablando sin parar en una reunión?
¿Y luego te has arrepentido de no haber cerrado el pico un rato antes? Nos ha pasado a muchos.
Hoy quiero hablarte de algo que cambió radicalmente mi vida académica y, por supuesto, mis relaciones sociales: el poder casi sobrenatural del silencio.
Pero como estrategia, no como muestra de lo tímidos que somos.
El síndrome del "parlanchín académico" (bastante generalizado)
Mira, en la universidad parece darse una especie de deformación profesional. Creemos que nuestro valor reside en lo que hablamos, para así demostrar lo mucho que sabemos.
A ver, que esto es comprensible..., que llevamos décadas acumulando conocimiento..., que si los méritos, las publicaciones… y una parte de nosotros siente que tiene que justificar ese tiempo invertido.
Que te escuchen, como una especie de premio a tanto esfuerzo.
Un premio, que es el reconocimiento social, de los que nos escuchan.
He asistido a reuniones (departamento, juntas, comisiones, reuniones de coordinación…) que parecían estar monopolizadas por dos o tres personas. A veces con intervenciones que parecen el día de la marmota, de lo repetitivas que son… Muchos sabrán de lo que hablo ¿eh?.
Y lo peor es que muchas de estas aportaciones suelen caer en el olvido al terminar, salvo que se registren en las actas, y se rememoren alguna vez, que no siempre.
Oye, que me ha pasado, que ha habido veces que fui yo la que habló demasiado, no lo oculto.
Por eso aprendí a guardar silencio. Y no lo confundas a callar por evitar conflictos, porque cuando hay que hablar, se habla .
¿Cómo manejas los silencios?
Ahí van unos truquitos.
1. La pregunta incómoda, y a continuación el silencio (“ha pasado un ángel”, como dirían algunos). Alguien lanza esa pregunta difícil y luego... se hace el silencio. Ni una palabra más. El instinto natural de quien escucha es llenar ese vacío. Pues para llenar ese vacío, habrá quien hable para que no sea un silencio incómodo… y ahí es cuando consigues información que probablemente no habríamos obtenido de otro modo.
2. Estás hablando, y alguien te interrumpe, sin dejarte terminar (esto no hace ninguna gracia, ¿verdad?). Cuando esto pase, en vez de competir por hablar, prueba esto: respira hondo y deja que acaben. Ale, que acaben, ea. Míralos a los ojos, con calma. El 90% de las veces, se sentirán tan incómodos que te dirán "perdona, continúa tú". Otra veces no se darán cuenta, quizás porque es su costumbre. El beneficio es que los demás habrán notado tu elegancia.
3. Tras hacer una propuesta importante (esa pausa que impacta, por inesperada, o por haber dado en el clavo con tu comentario). Expones tu idea y te callas. No la justifiques, no la disculpes, no la expliques hasta la saciedad. El silencio otorga gravedad a lo que acabas de decir. No solo es elegante, sino que, al dar pocas explicaciones, estás dando por hecho que tu auditorio te entiende, que es inteligente… que no lo infantilizas con un exceso de información.
¡Fíjate, por favor!: Te informas + muestras educación y elegancia + haces que tu audiencia se siente inteligente
¡MENUDO GOL!
Y ahora, lo que NUNCA debes hacer
Hablar por hablar, pues parece que
estás rellenando los silencios por tu nerviosismo, o
estás aprovechando esos silencios para lucirte.
Resulta que estás hablando sin pensar demasiado, exponiéndote con ideas que luego te pueden llevar a un punto de no retorno. Pues puedes hablar más de la cuenta, e incluso decir alguna tontería inoportuna.
Truco para frenar el impulso de hablar por hablar
Cuando sientas el impulso irrefrenable en un evento académico o social comprometido, imagina que:
- Por cada palabra irrelevante vas a pagar 5€. Seguro que te vuelves más económico en tus intervenciones
- Por cada frase inoportuna, ganas puntos para que te echen del evento.
Bromas aparte, piensa en que te estás jugando tu prestigio, incluso el respeto, si te destacas por decir tonterías.
¿Y tú? ¿Eres de los que necesita llenar cada silencio o ya has descubierto este superpoder? Cuéntamelo respondiendo a este email, me encantaría saber cómo te mantienes en esas conversaciones tensas con jefes o colegas complicados.
PD: Los que más hablan suelen ser los que menos escuchan. Y, paradójicamente, los que escuchan acaban teniendo el verdadero poder. Recuerda: somos esclavos de nuestras palabras, y dueños de nuestros silencios. O como decía alguna de mis tías, la palabra es plata, y el silencio es oro.
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