Soy Lola Fernández de la Torre
Te comparto toda una vida dedicada a la enseñanza e investigación.
Hablo de integración de la IA, de prevención y gestión de conflictos, y sobre cómo lograr mayor armonía y productividad.
¿Cuántas veces has dicho "no tengo tiempo para escribir ese artículo" mientras te pasabas una hora mirando el correo electrónico?
¿O has aplazado empezar una nueva sección de tu TFE o tesis, mientras reorganizabas meticulosamente tu biblioteca de Zotero por decimoséptima vez?
Tranqui, no estás solo.
Yo también he estado ahí. ¡Ufff¡ Y sigo estando a veces.
La gran mentira que nos contamos
"No tengo tiempo" es una de las coartadas ”perfectas” del mundo académico. Suena profesional, responsable y completamente creíble.
Al fin y al cabo, ¿qué docente no está hasta las cejas de trabajo?
(Queda del carajo ante tu público).
Pero te voy a contar un secreto que me costó muuuuchos años descubrir: casi nunca es cuestión de tiempo. Es cuestión de miedo.
Se dieron ocasiones en las que tenía pendiente alguna publicación, quizás no demasiado urgente, la verdad.
Y si hubo algún retraso fue, aparte de decirme a mí misma que era por lo ocupada que estaba (que también), porque era muy consciente de algunos puntos débiles del borrador.
Mejorar esos puntos, para darles la calidad que yo quería, exigía una dedicación, una concentración, para reforzar la argumentación de la narrativa.
El círculo vicioso del "perfeccionismo paralizante"
Funciona así:
Temes que tu trabajo no sea suficientemente bueno
Aplazas empezarlo hasta tener "más tiempo para hacerlo bien"
El plazo se acerca peligrosamente
La presión aumenta y ahora estás aún más asustado
Acabas haciendo el trabajo a toda prisa, confirmando tus peores temores sobre su calidad
Refuerzas la creencia de que necesitas "más tiempo para hacerlo bien"
¿Te suena familiar? En ciertas fases de mi vida académica, esto parecía mi propia biografía personal.
Tres señales de que estás mintiendo sobre el tiempo
1. La "procrastinación selectiva"
Curiosamente, encuentras tiempo para tareas académicas cómodas (leer artículos interesantes, asistir a seminarios, revisar bibliografía) pero no para escribir o analizar datos. Esto es como sentirnos ocupados, pero con el remordimiento de no producir nada (o al menos al nivel o ritmo que nos gustaría).
2. El "síndrome del ratón biblioteca"
Siempre necesitas "una referencia más" antes de empezar. En alguna ocasión, algún colega admitió que llevaba demasiados meses "completando el marco teórico"; es decir, buscando y acumulando publicaciones… Un día revisamos juntos sus archivos del pc, y tenía en torno a 600 referencias. ¿Cuántas había usado, realmente? Apenas 40.
3. El "perfeccionamiento eterno"
Reescribes constantemente la introducción sin avanzar hacia las conclusiones. Hay quienes se pasan semanas puliendo la primera página de un paper o de un TFE, mientras la fecha límite se acerca a la velocidad de un tren de mercancías…. Es decir, sin prisa pero sin pausa.
El antídoto: Convertir el miedo en combustible
Uno de los trucos que es bastante efectivo, consiste en programar sesiones de "trabajo imperfecto". Consiste en dedicar una media hora a escribir, da igual si está mal, si no lo voy a aprovechar … pero a escribir a propósito. Primera versión horrible, análisis superficial, ideas sin pulir.
Un puñetero desastre, sí.
Y ahora viene lo bueno
¡Tachán!
Se trata de un entrenamiento, y lo que empezó siendo una obligación improductiva, con los días pasó a ser un hábito de escritura fluida.
¿Y cuál fue el milagro? ¿Qué ocurrió, realmente?
Pues que el objetivo no es la perfección, sino avanzar. Y una vez que empiezas, el miedo se disuelve en la acción.
Recuerdo las palabras de un amigo, que me decía “lo perfecto es enemigo de lo bueno”. Y eso, trasladado a la vida académica, quiere decir que un borrador imperfecto que está a punto de estar acabado y revisado, vale infinitamente más que uno que ansiamos sea perfecto, razón por la que nunca sale del ordenador.
La estrategia que cambió mi productividad
Esta estrategia igual choca: "el método del tomate deforme", o la celebración de cada imperfección como una victoria contra el perfeccionismo inútil y que nos frena el verdadero avance.
Cada párrafo torpe, cada análisis preliminar, cada idea sin pulir es un acto de rebeldía contra el miedo.
Y tú, ¿qué excusa te cuentas para no enfrentarte a ese proyecto que te da miedo? ¿Es realmente falta de tiempo? Responde a este email, me encantaría saber qué se esconde detrás de tu procrastinación favorita.
PD: La próxima vez que te descubras ordenando compulsivamente tu escritorio en lugar de escribir ese borrador, recuerda: no estás ganando tiempo, estás evitando enfrentar un miedo. Nombrar el miedo es el primer paso para superarlo.
Suscríbete ahora.
Regístrate a mi newseletter VIDA ACADÉMICA para recibir información e historias muy interesantes directo en tu correo electrónico antes que cualquier persona
REDES SOCIALES
PARTE LEGAL