Soy Lola Fernández de la Torre
Te comparto toda una vida dedicada a la enseñanza e investigación.
Hablo de integración de la IA, de prevención y gestión de conflictos, y sobre cómo lograr mayor armonía y productividad.
"El trabajo en grupo os prepara para el mundo laboral". Esta frase la suelo repetir cada curso cuando mis estudiantes han de afrontar un trabajo colaborativo entre, al menos, dos personas.
Sus reacciones varían desde el conformismo, la proactividad, o la resignación. ¿Por qué esto? En más de una cabeza, esta idea: "Por favor, no me toque con el que nunca hace nada".
Y no puedo culparlos. Porque seamos sinceros: los trabajos en grupo pueden convertirse en objeto de frustración, negociación desesperada y, ocasionalmente, heroísmo individual mal recompensado.
¿Mantenemos una mentira colectiva?
No hace mucho, en una charla de despacho, comentábamos acerca de los trabajos en grupo. Una compañera sugirió ponernos en el rol de estudiantes, y de recordar nuestros tiempo de entregas grupales. Estas fueron las conclusiones:
Si el trabajo era con tus mejores amigos, era una delicia, pues se conocían bien y la elección era libre.
Si tocaba con compañero asignados aleatoriamente, era una lotería, pues no siemore todos contribuían en igualdad de condiciones o de intensidad.
La disonancia cognitiva a veces no es tenida en cuenta por el profesorado. Hay estudiantes que viven una experiencia "bastante negativa" con trabajos grupales, a nivel de relaciones interpersonales. Y también los hay que aceptan de buen grado esta colaboración grupal como manera de afianzarlo como aprendizaje para su futuro profesional.
Está claro que el profesorado debe valorar estos planteamientos, y si opta por el trabajo en grupo, definir bien la incidencia del trabajo en equipo en esas futura vida profesional del alumnado.
Los jinetes del apocalipsis del trabajo en grupo
1. El mito de Atlas
Una persona acaba cargando con todo el peso mientras los demás contribuyen con migajas p menos implicación. Más de una vez me lo han dicho: confesiones privadas de quien cargó con el mayor peso del trabajo, porque era menos estresante que perseguir a sus compañeros. El resultado fue que esa persona aprendió mucho sobre trabajo duro, pero poco o nada sobre colaboración.
2. La parálisis ¿por análisis?
Cuabdo el grupo pasa tanto tiempo intentando llegar a consensos y dividir el trabajo equitativamente que apenas queda tiempo para realizarlo. Recuerdo un equipo que pasó tres semanas negociando roles y plazos, para luego montar el trabajo atropelladamente pocos días antes de la entrega.
3. La mediocridad consensuada
El trabajo acaba ajustándose al nivel del miembro menos motivado o capacitado, o se fragmenta en partes inconexas sin verdadera integración. En otras palabras, al leerme ese trabajo percibía que cada aportación se hizo sin considerar del todo las de los otros compañeros; quedaba como una especie de Frankenstein, donde a veces se perdía la coherencia del hilo del trabajo.
¿Pero hay alguna fórmula que funcione, Lola?
Años observando esto + sentirme un poco harta de corregir trabajos mediocres + gestionar conflictos entre estudiantes.
Parecía la película esa sobre el día de la marmota.
Opté por definir bien en qué consistía trabajar en grupo, a nivel de transparencia de los componentes del equipo
Primero, dejo de trasmitir la idea de que los trabajos en grupo son la panacea. En clase, hablamos abiertamente sobre lo difíciles que son, por qué siguen siendo valiosos a pesar de todo, y qué habilidades específicas (gestión de conflictos, comunicación clara, establecimiento de expectativas) necesitan desarrollar.
Después, les animo a que acuerden los términos del trabajo que han de realizar. Cada equipo debe reunirse, a modo de reunión de trabajo empresarial, para detallar responsabilidades, plazos internos y consecuencias por incumplimiento. Y siempre les ofrezco la solución, si no consiguen el resultado inicial: que medien y gestionen el conflicto entre ellos, antes de romper el grupo. Pues muchas veces es una cuestión de comunicación correcta.
Otra opción con la que cuentan es poderse evaluar ente ellos, no en tanto a lo producido, sino respecto a la contribución de sus compañeros con criterios específicos (estas evaluaciones no las añado como componente de la nota, pero la verdad es que me lo estoy planteando). La clave, sin duda, está en que estas evaluaciones no son anónimas y se comparten con todo el grupo en una sesión facilitada.
¿El resultado? Es muy incómodo para ellos, sin duda. A veces surgen enfrentamientos y alguna lágrima. Pero después... magia. Los trabajos en los que los componentes se comunican e implican mejoran en calidad, y las quejas se reducen drásticamente.
Lo mejor de todo: Varios estudiantes me han dicho que ahora sí sienten que están preparándose para el mundo laboral real. Para gestionar conflictos de comunicación con colegas. Para no dejarse avasallar por las demandas de otros. Para responsabilizarse de su trabajo y no convertirse en los abusadores del esfuerzo ajeno.
¿Has sufrido o disfrutado los trabajos en grupo? ¿Tienes cicatrices de guerra o estrategias brillantes para compartir? Me encantaría conocer tu experiencia.
Revisemos estas colaboraciones, a veces forzadas,
PD: La verdad sobre los trabajos en grupo no es que sean buenos o malos, sino que son tan complejos, frustrantes e impredecibles como la propia realidad de la vida. Un trabajo en grupo permite aprender a moverse con la psicología humana a la vez que con el tema del trabajo. Y sorprendentemente, esto resultará más que útil para sus carreras profesionales.
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